Tomás Calvillo Unna
06/12/2023 - 12:04 am
La sacudida del aguacero
"Somos profecías, a veces inauditas; reconocer los siglos que llevamos nos cuesta entenderlo".
Rendija: El agua del vaso de la política comienza a derramarse, un exceso de confianza ronda los márgenes de la tragedia.
I
Que te dice la lluvia
cuando ya se fue:
el águila vuela
sobre los techos de las casas,
los arboles nos cuidan,
son vastos en su sencillez;
las ramas admiran al sol,
son el crucigrama
que el viento agita
al deletrear su permanente inquietud:
las hojas
sobre la fértil tierra.
Estamos
en el patio de las montañas,
y lo olvidamos.
La sabiduría de la lluvia,
su secrecía,
perdura en las raíces
de los jardines y bosques;
toma nuestras huellas,
conoce a dónde vamos;
y si sólo caminamos en círculos,
o ya nos dimos la vuelta
y preferimos regresar
a un lugar que ya no está.
Su frescura
es el anhelo de los perfumes,
el zig zag de las flores,
su cultivo del aroma
que seduce;
el fino puente colgante
entre civilizaciones,
que conservan
la dicha de lo nocturno,
alumbrada,
por esa sibila inmemorial
de la luna.
Si,
la lluvia proviene de ella,
y exhibe su herencia:
la fiesta del Naranjo
el vaivén
de la sombra y la luz,
el sólido fruto,
impecable.
Si, sus gotas,
esos hilos que se desprenden
y tararean,
la danza de las cortinas
en la misma madrugada
cuya vocación es adelantarse.
Que te dice la lluvia
cuando aún no aparece;
confirma el recuerdo
como un latido del presente
que anhela el mañana,
con las horas empapadas
de una inútil prisa.
El silbido de sus fuentes,
donde las aves pernoctan,
mientras entramos y salimos
y reunimos los últimos retazos
de una venturosa tarde.
Contengo mis palabras
en la noche que llega.
Me coso los labios
para que solo los sueños conversen
y la llovizna, en su contundente ligereza
nos prepare,
para escuchar el estruendo
del aguacero,
su rayo silenciado en el vidrio
que se resquebraja.
II
Somos profecías, a veces inauditas;
reconocer los siglos que llevamos
nos cuesta entenderlo.
Las células,
nuestras células invadidas de pasado
alumbradas de destinos;
pronunciándose de mañanas,
sacudiéndose una y otra vez
las minucias….
Pronunciándose de mañanas
en las cumbres del aliento
azorados por el extravío;
está sensación cada vez más frecuente
de que hemos perdido el camino.
Horadamos las murallas del pensamiento
para permitir
la presencia inequívoca de la tierra.
Hay que volver a extender los brazos
y tocar el cielo con las manos.
El paraíso terrenal no es una quimera
ni una fantasía embaucadora…
Lo superlativo dañó nuestra comprensión.
Cómo recuperar y conocer la epifanía de cada quien.
Contemplar la expansión,
no necesitamos ir más allá,
esta aquí.
La inmensidad se observa afuera
y se encuentra adentro.
Creer y querer poseer
es una enfermedad,
la angustia del tiempo.
Volver a encontrar
la ternura que nos ilumina.
Ella es la flor de eternidad
cuyo aroma buscamos,
en desiertos, ciudades, bosques, mares…
Su presencia es el cuerpo de lo sagrado.
Pd. En realidad, la vida es una aventura milagrosa, que se ignora cada vez más, a pesar de la llamada sociedad del conocimiento y del imperio digital y su ejército hipertecnológico que impone su hegemonía hasta en el territorio onírico.
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